Monday, January 22, 2007

Las Pálidas Estrellas


Hace tanto que escribí un relato que trata
de una muchacha de lento andar
-él la acompañaba de noche a casa
por una calle tan ancha tan ancha
que aún dentro de la ciudad
se podían ver las estrellas (resbalaban
las estrellas, decía él. He aquí, Adebarán.
Si ella preguntase cuál de aquellos brillos
era Aldebarán, él habría podido decirle:
cualquiera.)
Pienso que era muy callada;
años más tarde se me ha dicho
que la muchacha del relato era un ser real
y que ha muerto de cáncer. Pero yo he sabido
que su historia no era más que una transcripción.
Pienso que él hubiera deseado quererla mucho.
Han transcurrido tantos años desde aquel entonces.
Ahora es una mañana de lluvia sucia,
Encima de estas casas altas y parduzcas.
Paso por delante del edificio, donde
hace una vida, durante una noche
él le ha besado la mano. Él ha muerto
poco después-ella años más tarde.
(Mircea Ivanescu)

Thursday, January 11, 2007

El Beso del asfalto


Has estado toda la noche (toda esa oscura sucesión de instantes) contoneándote en la cuerda floja, a punto de saltar al abismo. Las calles crujen, y se contraen a tu vacilante paso. Los bares te han llenado de viento el alma y de bebida el estómago, y todos los pubs te has escupido de sus fauces.
Las farolas bailan un vals y se mueven, estás intoxicado y te acuestas en el capó de un coche.
Estoy en un momento de zozobra, tras la tempestad de agua y fuego, baile y hierba quemada, prados por los que pasé y jamás crecerá vida vegetal de nuevo. Las callejas se suceden unas a otras y el mundo desconocido y significativo me saluda a mi paso. Hay cosas que no pueden imaginarse o pensarse sino que deben vivirse.
Vivo en un páramo de asfalto.
Vivo de rayos de luz, botellas vacías y esperanzas perdidas.
Apenas vivo, pero vivo.
Solo tengo un alma, y creó que la perdí en una vieja y sucia calle del barrio del Carmen, entre despojos, vómitos, orines. Junto a una casa de putas. Le pedí a una de ellas que me diera un abrazo, porque tenía frío en el corazón, y seguí mi camino.
Pero de tanto andar el camino se acabó, y me salí del margen de mi viñeta.
Era un dibujo animado a punto de ser borrado.
Un borrón.
Una sombra.
Entonces desperté sobre el capó del coche, en la Calle Comedias. Mi cabeza aullaba.
Se había hecho de día. Aún estaba vivo. Sonreí.