La ciudad palpita, su carne pétrea es igual de cambiante que la nuestra. Su piel de acero muda como la de una serpiente engañosamente inmóvil e inmutable. Los siglos de piedras, ladrillos, ventanas, portales, arboledas, parques...en un solo segundo desaparecen y dónde antes estabamos hay un vacío a punto de ser construido.
Sunday, October 01, 2006
Lumiere in the Sky
La ciudad también estaba hecha de decenas de pantallas, en blanco y negro, que eclosionaron en flores de múltiples colores, llenas de la vida que quedaba lejos de las calles embarradas. La ciudad soñaba a través suyo, y los cines de barrio nos vendían esos sueños manufacturados a nuestros ojos llenos de abismo.
Poco a poco la ciudad se fue vaciando de sueños. Complejos comerciales acaparaban pantallas en criptas atestadas de anuncios de móvil y palomitas de maíz. Los barrios se quedaron huérfanos de sueños, y tuvimos que imaginarnos las películas como pudimos, o verlas en las pequeñas pantallas de nuestros habitáculos.
Había muerto una época, comprendí, cuando cerraron el Tyris, donde ví de pequeño La Historia Interminable. Inmediatamente murieron el Acteón y el Martí.
La calle de los cines, de los sueños, era apenas un páramo urbano de realidad. Pero los soñadores entornamos lo ojos y proyectamos nuestras películas en el firmamento.
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