La ciudad palpita, su carne pétrea es igual de cambiante que la nuestra. Su piel de acero muda como la de una serpiente engañosamente inmóvil e inmutable. Los siglos de piedras, ladrillos, ventanas, portales, arboledas, parques...en un solo segundo desaparecen y dónde antes estabamos hay un vacío a punto de ser construido.
Tuesday, January 22, 2008
Ojos cotidianos
" En la ciudad (como hizo notar Jacinto) no se contemplan, ni se recuerdan los astros, porque los gases y los globos eléctricos los escamotean. Por eso (como yo advertí) nunca se entra en aquella comunión con el universo, que es la única gloria y el único consuelo de la vida. Pero en la sierra, sin disformes edificios de seis pisos, y sin cuidados que puncen, como las hojas de la chumbera, haciéndonos mirar al suelo, un Jacinto, un Fernández, libres, bien comidos, fumando desde los bancos de una ventana, pueden contemplar los astros y los astros contemplarles a ellos. Unos, ciertamente, con ojos de sublime inmovilidad y de sublime indiferencia, pero otros curiosamente, ansiosamente, con una luz que diríais que hace guiños, que llama, como si quisieran desde tan lejos revelar sus secretos o comprender los nuestros. "
(Eça de Queirós)
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